Los resultados de un nuevo estudio corroboran lo que ya recomendaban muchos expertos: hay que comer despacio para comer mejor y, sobre todo, para comer menos.
El trabajo ha sido realizado por científicos de la Universidad de Rhode Island (Estados Unidos) y publicado en "Journal of the American Dietetic Association". Hicieron un seguimiento a 30 mujeres, y entre otras cuestiones analizaron sus hábitos alimenticios.
Como parte del estudio, realizaron un experimento para comprobar si la velocidad a la que se tomaban los alimentos tenía alguna influencia sobre su organismo, y lo cierto que el resultado fue concluyente.
En una primera ocasión indicaron a las participantes que hicieran una determinada comida de forma rápida, sin parar y utilizando una cuchara grande. Midieron el tiempo que tardaron y las cantidades ingeridas. También anotaron la saciedad, el hambre y la sed que declararon las participantes al terminar.
Tiempo después realizaron la misma comida, pero en esta ocasión las instrucciones fueron distintas: tenían que comer con lentitud, masticar bien, tomar trozos pequeños y saborear cada porción. Incluso, debían dejar el cubierto en la mesa entre bocado y bocado; cubierto que, en este caso, era más pequeño que antes.
En ambas ocasiones las participantes podían comer y beber (sólo agua) en las cantidades que quisieran, y se realizaron las mismas determinaciones en lo relativo a cantidades ingeridas, sensación de saciedad, etc.
Al comparar los resultados la conclusión fue clara: en la comida lenta tardaron una media de 21 minutos más, pero quedaron más saciadas, tomaron más agua y, sorprendentemente, ingirieron una cantidad de comida (y calorías) considerablemente menor que cuando comieron con prisas.
La razón de este resultado no está muy clara y los investigadores sugieren varias, a falta de estudios más completos. En primer lugar, si se come con mucha rapidez no se da tiempo a que lleguen al cerebro las señales de saciedad, y cuando llegan lo hacen tarde: ya hemos comido en exceso.
También es posible que, al comer más lentamente, se beba más agua, lo que aumenta la sensación de saciedad y se toma menos comida y, por tanto, menos calorías. O bien que, al saborear cada bocado, esto hace que seamos más conscientes de que lo tomamos y aumente nuestra saciedad.
De cualquier manera, lo que parece claro es que, si deseamos mantener el peso a raya, debemos seguir los consejos de estos investigadores: comer despacio, masticar bien, saborear cada porción, ingerir trozos pequeños cada vez y hacer pausas entre bocado y bocado. Comeremos mejor, más a gusto y, sobre todo, comeremos menos.